Extensa llanura situada entre las sierras litorales, prelitorales y el Mar Menor. Constituye una cuenca sedimentaria donde se han depositado materiales neógenos y cuaternarios, que han dado lugar a unos suelos profundos y bien desarrollados con excelentes propiedades para el cultivo.
Salpicada de pequeños cabezos volcánicos (Cabezo Beaza, Cabezo Ventura, etc.), contribuyen a diversificar el monótono paisaje de la zona. Atravesando la llanura aparece una extensa red de ramblas que desembocan en el Mar Menor, entre las que destaca la rambla del Albujón (42 km).
Esta llanura estuvo inicialmente ocupada por una vegetación natural con lentiscos (Pistacia lentiscus), palmitos (Chamaerops humilis), azufaifos (Ziziphus lotus), etc, sin embargo las excelentes propiedades agrícolas de los suelos dio lugar a una progresiva sustitución de la misma por cultivos.
Los cultivos de secano (campos de cereales, almendros, algarrobos, etc.) fueron los más abundantes hasta mediados del siglo pasado, momento en que empezaron a sustituirse por regadíos (cítricos, legumbres, hortalizas, etc.) abastecidos con aguas subterráneas y del trasvase Tajo-Segura.
Cultivos de secano y eriales
Los cultivos de secano constituyen un ambiente de gran valor natural al formar parte del hábitat de algunas especies de aves esteparias, conservar parte de la vegetación natural y poseer elementos con importancia paisajística y cultural como los molinos de viento.
La comunidad faunística asociada a cultivos arbóreos de secano está dominada por abubilla (Upopa epops), tórtola común (Streptopelia turtur), estornino (Sturnus unicolor), etc. Mención especial merecen los palmerales asociados a este medio, en los que es habitual la presencia del llamativo pito real (Picus viridis). Los campos cerealistas presentan una comunidad de carácter estepárico con la terrera común (Calandrella cinerea), cogujada común (Galerida cristata) y alcaraván (Burhinus oedicnemus) como principales representantes. Muy similar es la fauna de los eriales, en los que abundan la calandria común (Melanocorypha calandra), lagartija colirroja (Acanthodactylus erythrurus) y lagartija cenicienta (Psammodromus hispanicus).
Por su parte, los taludes de ramblas y las terrazas de cultivo son utilizados por vistosas especies estivales como el abejaruco (Merops apiaster) y la carraca (Coracias garrulus) para construir sus nidos. Otras especies ligadas a este medio son el cernícalo vulgar (Falco tinunculus), la culebra bastarda (Malpolon monspessulanus) y el erizo moruno (Aethechinus algirus).
Cultivos de regadío
Los regadíos son áreas enormemente transformadas que carecen de grandes valores naturales. Únicamente, la presencia puntual de especies como Diplotaxis tenuisiliqua, un iberoafricanismo considerado como vulnerable a nivel regional, proporciona un cierto valor a este ambiente.
Los regadíos han permitido colonizar la llanura a especies hasta entonces restringidas a otros ambientes, como el mirlo (Turdus merula). Además, la proliferación de balsas ha contribuido a enriquecer la fauna con especies como la cigüeñuela (Himantopus himantopus) y el zampullín chico (Tachibaptus ruficolis).
Entre los representantes de otros grupos animales, cabe destacar la culebra bastarda (Malpolon monspessulanus), la culebrilla ciega (Blanus cinereus) y el sapo corredor (Bufo calamita).
Construcciones rurales
Junto a casas de campo y construcciones rurales aparece una vegetación constituida por una combinación de especies nitrófilas y otras introducidas por el hombre como es el caso de la palmera datilera (Phoenix dactylifera), el olmo (Ulmus minor), la chumbera (Opuntia maxima) y la pita (Agave americana).
La fauna está constituida por especies como collalba negra (Oenanthe leucura), golondrina (Hirundo rustica), comadreja (Mustela nivalis) y salamanquesas (Tarentola mauritanica, Hemidactylus turcicus).